domingo, 13 de noviembre de 2011

DON BOSCO, RESPUESTA A LOS JÓVENES


Como continuación al tema anterior “Los jóvenes de Don Bosco”, en el que nos acercábamos a la realidad social del Turín que vivió Don Bosco, en el presente nos centraremos en las primeras iniciativas que –ya sacerdote-  puso en marcha para atender las muchas necesidades de una “juventud pobre y abandonada”.

Lo primero que llama la atención es la capacidad de fino análisis de la realidad circundante que a lo largo de toda su vida tuvo Don Bosco. Sólo un buen diagnóstico permite un tratamiento adecuado. Por ello antes de comenzar su obra pateó calles, cárceles, otros oratorios, hospicios, etc. Conoció de primera mano, sin intermediarios, la realidad de la juventud de su época.

Su trabajo de prospección le deja bien claro que los jóvenes de aquel momento presentaban como sabemos un grave déficit en varios ámbitos.
  • Un déficit material. Por la ciudad de Turín deambulan jóvenes privados de los recursos más básicos y enrolados en un círculo vicioso. Sin trabajo no se obtienen ingresos. Sin ingresos no hay posibilidad de vivienda digna, ni alimentación ni vestido ni formación. Sin formación es difícil acceder a un trabajo. Y vuelta a empezar.
  • Un déficit afectivo. Una gran parte de esos jóvenes se encuentran abandonados por sus familias, sumidas a la vez en la misma situación de pobreza en muchas ocasiones. Don Bosco no cesa de hablar en sus escritos de que la situación de estos jóvenes tiene entre otros factores “la negligencia de sus padres”.
  • Y sobre todo y ante todo, un gran déficit espiritual: falta de toda instrucción religiosa, de práctica, de moral, en definitiva, ajena a un sentido trascendente de la vida.

Don Bosco es al mismo tiempo consciente de la incapacidad de las estructuras civiles y religiosas de la época para atender las diversas demandas de estos jóvenes sumidos en la pobreza y el abandono. De ahí –y éste es un segundo rasgo a destacar en su personalidad- intentará dar una respuesta original y distinta a las mismas. Don Bosco será, cuando no pionero e inventor de nuevas iniciativas, un agudo re-creador de las instituciones existentes o de buenas prácticas ya en marcha.

El oratorio va a constituir su respuesta integral a este triple déficit afectivo, material y espiritual.  Será instrumento de la Providencia para reunir, evangelizar, educar y cuidar a los jóvenes en riesgo de exclusión. El orden de los verbos no es baladí: la evangelización o, si lo preferimos en las palabras de la época, la instrucción catequética es una prioridad en el oratorio. La salvación de las almas está por delante de todo: Da  mihi animas caetera tolle será el lema que años más tarde representará el programa pastoral y espiritual de Don Bosco. Tampoco parece casualidad que el relato archiconocido del encuentro con Bartolomé Garelli, señalado como momento mítico de la fundación del oratorio en la fiesta de la Inmaculada de 18??, tenga como eje la primera catequesis recibida por el joven turinés.
En los primeros años la celebración de los sacramentos y la instrucción religiosa (no parece casual que Don Bosco llegara incluso a redactar un nuevo catecismo más adaptado a la realidad de sus muchachos) copan la mayor parte del tiempo de las actividades del oratorio:

Se abría la iglesia temprano y empezaban las confesiones, que duraban hasta la hora de misa. Esta estaba anunciada para las ocho, pero como teníamos que atender a los muchos chicos que querían confesarse, frecuentemente se retrasaba hasta las nueve. La Misa, la Comunión, la explicación del Evangelio (que fue sustituida tras algunos domingos por la narración de pasajes de Historia sagrada). Después de la plática venían las clases que duraban hasta el mediodía. A la una de la tarde empezaba el recreo con bochas, zancos, fusiles y espadas de madera, y con los primeros aparatos de gimnasia. A las dos y media empezaba el catecismo. Seguía el rosario, hasta que los muchachos llegaron a ser capaces de cantar vísperas. A continuación una breve instrucción, canto de las Letanías y la bendición del Santísimo Sacramento. Al salir de la iglesia empezaba el tiempo libre. Uno seguía clase de catecismo, otra la de canto o lectura. La mayor parte de los chicos se entregaba a saltar, correr y divertirse hasta la noche (Teresio Bosco, Don Bosco: una biografía nueva,  p. 166).

El oratorio se convierte, pues, en primer lugar, en la parroquia de los jóvenes sin parroquia. Pero el oratorio no será sólo iglesia. Será también escuela, y -¡cómo no!- patio de juegos y diversión.

Aunque el oratorio era una experiencia ya conocida en Turín y desarrollada por otros sacerdotes compañeros de Don Bosco, éste –fiel a su carácter innovador- le imprime un nuevo sello:

  • Trasciende la mera institución parroquial, estructura poco eficaz para llegar a esos jóvenes pobres y abandonados sin adscripción a ninguna parroquia.

  • Va más allá de un horario determinado: los chicos van a pasar el día de fiesta (por lo general el domingo) con Don Bosco. Luego con el paso de los años el oratorio funcionará todos los días de la semana,  con la puesta en marcha de clases diurnas y nocturnas, y poco después de los primeros talleres para jóvenes aprendices.

  • El oratorio se convierte entonces en centro de formación y capacitación profesional y laboral.

  • Trasciende un espacio determinado: no sólo los chicos van al oratorio sino que también el oratorio va a los chicos. Don Bosco y sus colaboradores hacen un seguimiento a los jóvenes durante la semana en sus lugares de trabajo.

  • No tiene sólo un público determinado: es un oratorio abierto a todo tipo de chicos, aunque dando preferencia hasta donde fuera posible a los pobres y abandonados.

  • El patio es definido en muchos de los escritos de Don Bosco como “jardín de recreo”: es espacio privilegiado para estar cerca de los jóvenes al tiempo que propicia ampliamente el necesario desahogo juvenil. El ocio y los juegos, entendidos como oportunidad única para seguir educando, son pieza clave del día a día del oratorio, por lo que será el personal del oratorio, incluido el mismo Don Bosco, quien tome la iniciativa en los mismos.

  • Un oratorio donde los jóvenes son protagonistas de su propia historia: los jóvenes son portadores de los problemas y al tiempo de las soluciones, por lo tanto participan activamente no sólo de modo pasivo en el mismo desde sus mismos comienzos.

Finalmente con el tiempo nacerá la casa Pinardi, residencia para una parte de los chicos que asisten al oratorio, como lógica expansión del mismo. Se cierra el círculo: el oratorio es iglesia, escuela, patio y HOGAR. Terminemos este acercamiento a la figura de Don Bosco precisamente con el relato mítico del inicio de la Casa Pinardi.

Una noche del mes de mayo. Llueve a cántaros. Don Bosco y su madre han acabado de cenar y oyen llamar al protón. Es un jovencito como de unos quince años, totalmente calado y aterido.
- Soy huérfano, vengo del valle de Sesia. Soy albañil, pero aún no he encontrado trabajo. Tengo frío y no sé adónde ir…
- Pasa –le dice Don Bosco. Acércate al fuego, que estás calado y puedes sufrir un enfriamiento.
Mamá Margarita le prepara algo para cenar y después le pregunta:
-         Y ahora ¿adónde vas?
-         Pues no lo sé. Tenía tres liras cuando llegué Turín, pero las he gastado todas.
Silenciosamente se pone a llorar.
-         Por favor, no me echen fuera.
Margarita se acuerda de las mantas que volaron.
-         Te podría tener. Pero quién me asegura que no me robarás los pucheros?
-         Oh, no, señora. Soy pobre pero nunca he robado.
Don Bosco ya ha salido al exterior, bajo la lluvia, para recoger algunos ladrillos. Los mete y hace cuatro pequeñas pilastras, sobre las cuales coloca unas tablas. Después quita de su propia cama el jergón y lo pone encima.
- Aquí vas a dormir, amigo. Hasta que te canses. Don Bosco no te echará fuera.
Mi  buena madre le invitó a rezar las oraciones.
-         No las sé –repuso.
-         Las rezarás con nosotros –le dijo.
Y así fue. Después hízole un sermoncito sobre la necesidad del trabajo, sobre la honradez y sobre la religión. (Teresio Bosco, Don Bosco: una biografía nueva, p.184)


Para la reflexión:

¿Nuestros proyectos obedecen a la inercia o dan respuesta a necesidades reales de los jóvenes? ¿Son originales? ¿Se adaptan a los tiempos, los espacios, las circunstancias?

¿Nos quedamos en nuestras estructuras esperando que los jóvenes sean los que se adapten a ellas? ¿Salimos al encuentro de los jóvenes allá donde se encuentran?

¿La evangelización es el primer objetivo de nuestra acción con los jóvenes, o queda relegada a un segundo plano, o a un tercero, o simplemente queda olvidada?

¿En qué se parece nuestro oratorio, nuestra casa salesiana, a aquella primera? ¿En qué se diferencia?¿Qué similitudes y diferencias ves entre aquellos jóvenes y los de nuestros días?


Don Bosco, respuesta a los jóvenes por Juan Pablo Arias. Salesiano Cooperador

2 comentarios:

  1. Esta misma tarde he podido disfrutar leyendo este nuevo tema de Don Bosco, que me ha ayudado a seguir profundizando en la preferencia vocación de nuestro Santo Fundador, y que no es otra que la juventud pobre y abandonada. Enhorabuena a Juan Pablo por un tema concreto y a la misma vez enriquecedor. Un abrazo, Mª Ángeles.

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  2. Tengo claro que no me mueve la inercia, sino el Espíritu, en el tiempo actual.
    Aunque los tiempos no sean iguales a los del comienzo del oratorio de D. Bosco, los problemas que atraviesan los jóvenes son similares, si no les sales al encuentro y los conquistas con el mensaje evangélico, todo se queda en algo superfluo. ¡¡Tenemos mucho que hacer, para ello contamos con María Auxiliadora!! Un abrazo a todos. Josefa

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